Quien conoce la calle Ámsterdam -de la colonia Condesa, en la ciudad de México- sabe que ésta no tiene fin por terminar donde empieza, es elíptica, y probablemente no hay visitante que no haya sido engañado alguna vez por su geometría. Se trata de un emplazamiento burlón de la urbe, metafórico de uno mismo e incluso de la propia Historia, recurrentemente cíclica. Ámsterdam es un eterno retorno y Galo, personaje central de esta obra, lo descubre al tiempo que es testigo de los cambios y personajes que habitan en ella desde su nacimiento. Refugiados españoles, sobrevivientes judíos, exiliados latinoamericanos y mexicanos variopintos entran a un juego histórico que refleja al mundo y a una colonia. Galo, con su sabia ingenuidad, vive en una inevitable elipsis de la cual no puede salirse.